lunes, 16 de agosto de 2010

12 PASOS

Definir por penales nunca es fácil. Llegas gastado y sudado. Pensaste que con un buen juego derrotarías fácilmente al rival, pero no. La técnica falló, por eso es que estamos ahora en penales. El público desde las cuatro tribunas pide más, nosotros queremos ganar. El árbitro me llama con el pito, me toca patear. Voy caminando hacia el punto de penal. Con cada paso que doy sobre la cancha, la bulla del estadio disminuye más y más. Estoy frente al objeto que me trajo hasta aquí. Frente al objeto que me da de comer con cada patada que le doy. La acomodo. Ya no escucho nada (¿estaré sordo?), pero puedo distinguir la gota de sudor que besa la sien del arquero. Miro la pelota. La cuadro en mi ángulo (como tantas veces lo he hecho). Retrocedo unos cuantos pasos. Es increíble que mi felicidad, mi cólera, mi sensibilidad, mi furia, mi estado de ánimo, mi rabia y que la continuidad de mi país puedan depender de un penal. Las probabilidades de fallar se vuelven tan enormes como el arco.
El sonido del pito enciende el motor que activa mis músculos. Doy un último respiro exhalando mis dudas y mis miedos. Pateo pensando en la nada porque un penal no se define con la cabeza, se define con los pies.