Hay
tantas formas de alterar el orden del mundo. Creo que nuestra gran maestra es y
será siempre la madre naturaleza: ella nos remueve la alfombra como si fuéramos
insignificantes bichos para luego dejarnos tirados como juguetes obsoletos.
Pero claro, es un punto de vista muy personal y metafórico.
Además
abundan distintas formas de alterar el orden del mundo: una crisis económica
mundial, un virus letal que corra como pólvora entre todos los terrícolas, una
cruenta guerra entre poderosas naciones (digna de figurar en los anales de
historia universal por los siglos de los siglos amén). Pero existe un modo de
alterar positivamente el orden del globo.
La
“bomba” es creada por profesionales altamente calificados en diversas materias
durante meses o semanas. El equipo es pequeño (pero rinde hasta 107 tazas),
extremadamente reservado y suelen trabajar de sol a sol como obreros chinos en
zonas insospechadas. Mientras nosotros inventamos algo nuevo para hacer los
domingos, ellos, le siguen dando vuelta al caldo hasta que después de tantos
cubitos Maggi la bomba queda lista.
Primero
la bomba es testeada con una pequeña muestra del universo. Los entendidos notan
que la respuesta resulta ser más de lo esperado, tiene enorme acogida para ser
solamente la punta del iceberg.
Días
después la bomba es lanzada al orbe. Empieza a circular primero por la banda
ancha, después de reunir los millones de views requeridos, da el salto esperado
a la pantalla chica y se vulgariza convirtiéndose en fiebre. Es reproducido por
celebrities mundiales para obtener un mayor alcance: sacude a niños de
distintas religiones y colores, jóvenes que son chusma y jóvenes que odian a la
chusma, adultos activos y a los de asientos preferenciales también, todos son
rendidos a sus pies bajo un pegajoso ritmo y un peculiar baile. Es allí, cuando
la bomba se corona como idioma universal: muchos lo conocen, pocos lo entienden
y el resto (no saben/ no opinan) prenden sus transmisores para ser víctimas de
su vertiginosa onda expansiva.
Pero
como toda bomba su estallido empieza a esfumarse y sus muertos y heridos se
levantan sin resaca. El mundo recupera su orden habitual con el correr de los
días hasta lograr la perfecta calma. Para cuando eso suceda, nuevamente
reventará otra bomba fabricada con la misma fórmula danzarín y con el mismo
apetito. Esperemos que esta vez no sea un asiático, ¡sayonara!