jueves, 11 de junio de 2009

FICHADO



Un sábado golpe de 6:00pm salía de una hecatombe con mi dentista. Subí a una combi para ir a casa y descansar. Encontré un asiento algo apretado -los asientos en las combis son “clase súper económica”- en plena travesía me concentré en la calle para no prestarle atención a mi mandíbula inferior que segundo tras segundo perdía el efecto de la anestesia. De pronto sube un tipo algo raro, es decir, me quitó mi estado vegetativo por el hecho de que se cambiaba de asientos a cada rato. Parecía que estaba probando uno a la medida de su cuerpo.
El tipo era alto y delgado, más o menos de mi talla, de parietales y occipitales amplios -calvo-.
Algo no me cuadraba. No siempre sube un tipo y empieza a probar o cambiar de asientos. Concentré mis energías en el tipo, que ni bien se sentaba miraba a otro lado para ver qué asiento estaba libre y corría a sentarse. Pasó como 20 minutos y al tipo solo le faltaba sentarse en el asiento del chofer y manejar hasta el paradero final. El cobrador pasó a cobrar los pasajes y cuando llega al tipo en cuestión, le dice
-su pasaje señor-
-ya pagué- responde y muestra un boleto
El cobrador le dice -ese no es el boleto señor, ¡pague su pasaje!-
El tipo miró al cobrador y le dijo que no tenía plata y volteó a mirar a la ventana ignorando al cobrador, éste le vuelve a pedir su pasaje, le toca el hombro y le repite
-¡paga tu pasaje!-
El tipo se paró y le dijo -¡no tengo plata, me bajo!- el cobrador le cerró el paso y guardó en su bolsillo los boletos y monedas que tenía en la mano, y puso una cara de ¡pendejo te crees!
Estuvieron unos 5 segundos en intercambio de palabras, hasta que el cobrador se fue a la puerta, la abrió y le dijo -¡ya baja pe!-
El tipo caminó hasta la puerta, metió sus manos dentro de los bolsillos de su casaca y bajó. Mientras el tipo en cuestión tenía el famoso pie derecho pisando la vereda, el cobrador sacó una escobita de mano -típica de combi- y le golpeó en la cabeza. Ya cuando reaccionó el tipo, era demasiado tarde.
El cobrador cerró la puerta, tiró debajo de un asiento la escobita y continuó cobrando mientras le decía al chofer, que ese era el tipo que siempre sube en la Av. Cuba y nunca paga.
Ya lo fiché -dijo el cobrador-

LQQD



Bueno, como me dijo mi radio escucha:
¡Qué buena historia!
Había una fiesta en alguna discoteca de Lima, a la cual estaba obligado a estar presente. Llegué temprano para encontrar un estacionamiento para dejar mi bólido. Había uno al lado de la discoteca. Cuadré y como me quedaba una chela por tomar, la destapé.
Luego el estacionamiento empezó a llenarse. De pronto llegó una camioneta Honda de color negro, piloteada por una flaca acompañada de su amiga. Se cuadraron al lado de mi carro. La que manejaba tenía cabello negro, piel bronceada y una especie de bincha de color blanco en la cabeza, la cual le quedaba ¡ufff!. Su amiga, que era de rasgos orientales, no se quedaba atrás. Ambas fácil estaban entre los 29 y 31 años.
Terminaron de cuadrar su carro y pasaron caminando delante del mío, pues no me llamaron la atención. Pasaron de frente a mi subconsciente con todo y camioneta, como cualquier panel publicitario, a pesar de que estaban simpáticas y, sobre todo, solas.
Terminé mi chela y entré a la discoteca. Estaba casi llena. Era la primera vez que iba a ese local y me pareció chévere. Di una vuelta por toda la discoteca para ubicar un lugar donde sentarme a mis anchas -cosa que no encontré- así que me ubiqué al frente de la barra, donde había un lugar para lobos solitarios (me sentí identificado).
Sentado viendo todo el panorama, ubiqué a dos niñas. Les digo con toda la desfachatez del mundo: "niñas", porque lo eran. Escondían sus últimas barbies y agendas de colores detrás del cigarro que fumaban sin golpear. Estaban con un grupo de amigos de la misma edad, cerca de los 18 años.
Pensé en acercarme y pedirle la mano pero…
¿Algo faltaba?
-Trago, me dije.
Me acerqué a la barra, pedí una chela y pasé cerca de las niñas estas. La que me gustaba era la más flaquita, porque se parecía a la tipa que me gustaba de mi universidad.
Pasaba la noche, daba mis vueltas por todo el local para ver si me encontraba con alguien. Luego perdí de vista a las niñas y sabe Dios en qué habrán acabado.
Salí de la discoteca golpe 4:00am. Me fui al estacionamiento y quedaban pocos carros, arranqué a mi casa.
Al día siguiente me levanté tarde y cerca del medio día. Saqué mi carro y me fui a almorzar, pero antes pasé por el grifo de la esquina de mi casa (Aramburú con Paseo de la República).
-20 soles de 90, le dije al que atendía y le di las llaves.
Mientras el grifero surtía de gasolina el bólido, yo tenía mis brazos y mi cara sobre el timón mirando a la nada, entonces vi una camioneta Honda de color negro, la misma del estacionamiento de la discoteca de anoche, cuadrada afuera de una casa al lado del grifo.
Este es el carro de la flaca de ayer -pensé- con una seguridad que venía desde mi subconsciente. Entonces vi un sticker con las letras LQQD -muy singular- pegado en la puerta trasera de esa camioneta, en ese momento me acordé que si había visto el sticker anoche, mientras cuadraban.
Y me acordé que siempre paso por esa casa, cuando regreso de clases en la noche, he visto un par de veces una flaca de las mismas características de la que manejaba ayer -era ella-.
Recordé todas las veces que he pasado y armé un rompecabezas del momento, luego escuché una voz que me decía
¿Factura o boleta señor?
Boleta - le dije-
Encendí el carro y me quité pero ahora la tipa, la camioneta, su casa, el grifo y todo pasaron a mi consciente.
A lo que quiero llegar de la situación de ver o cruzarte con alguien en algún momento de tu vida es que primero no muestras interés por ello, pero luego resulta que escarbando… no aparecen las cosas por gusto.

DOS SEGUNDOS



Hoy quiero escribir de algo muy universal, los dos segundos.
Te ha pasado a ti, a mi y nos volverá a pasar. Recuerdas la última vez que tuviste un examen escrito, te equivocaste en marcar una respuesta no era la D era la A, pero ya no podías regresar a la hoja de respuestas. De pronto la profesora se va, piensas -¿regreso a la hoja, borro y marco la correcta?- Tu cerebro no te dice nada y justo cuando te mandas aparece la profesora y ya no puedes hacer nada.
Caminas por la calle y desde un carro una flaca te pasa la voz, te pregunta por la calle 23, le dices, dos cuadras más y a la derecha, resulta que también vas en esa dirección pero mientras le respondías a la flaca pensaste -dame una jalada- la flaca te agradece, te sonríe y arranca, tú sigues pensando. Juegas la ruleta en el casino, aparece el número 23 en tu mente, pero no lo sientes seguro -porque apareció de la nada- y te quedas pensando en otro que sea de tu propia cosecha. El dealer cierra las apuestas y gira la ruleta. La pelotita empieza a saltar de número en número y cae finalmente en la casilla 23.
Solo tenemos dos segundos para cambiar la ruta de nuestra vida, eso es todo.
Yo sigo pensando.

TEATRO NEGRO



Teatro Negro....¿Será igual que el mercado negro? Donde puedes vender y comprar desde un par de zapatillas CONS (recién jaladas), conseguir un carné universitario de medio pasaje (con foto al instante), hasta una partida de matrimonio entre personas del mismo sexo (ese rubro, es otro jirón).
Todo a precio razonable como cooperativa MARUY. Chapa la 73 que va por la vía expresa y te bajas en las Malvinas, son galerías tipo polvos azules pero versión secundaria. Allí venden los DVD´S que se levantan en Saga, Hiraoka y artefactos de alguna residencia ficha recién vaciada (de donde crees que salió el concepto de los domingos son para estar en casa) todo con olor a nuevo.
Imagínense que diría el señor DIOR, de encontrar sus lujosas prendas vendiéndose, en un local más pequeño que la celda de montesinos y en plena avenida Argentina.

martes, 26 de mayo de 2009

Lo de Vane


Conocí a una extraña, compartíamos la misma carrera de humanidades en la universidad, el primer día de clase llevaba puesto un polo de una de mis bandas preferidas. Esa fué la puerta que juntó nuestros caminos, nos hicimos amigos, caminábamos por ahí, salíamos por ahí, su presencia hizo crecer una costra que cubrió una herida.
Por esos días andaba buscando qué hacer por la vida, (fueron muchos años atrás) estaba explorando –lo que era el trabajo- un nuevo territorio, eso lo hacía más interesante. En el trabajo hice amigos que desde ya, sabía que eran pasajeros. Pero bueno, le dí con fuerza a la amistad y cuando salíamos del trabajo conversábamos de todo hasta de la muerte, me acuerdo que -Papalote- un amigo, decía
-¡yo, a morir a mi tierra!- en una de esas clásicas tertulias a la hora de salida, salió una invitación de Papalote. Una amiga lo había invitado
¿Donde la conociste?
No sé dónde -me dijo-
Lo habían invitado con derecho a jalar un amigo. Fui designado como el amigo del invitado y me apunté.
El día que fuimos llegamos a un condominio, todas eran casas de 2 pisos y una piscina común, ubicado en las faldas de una colina. La casa era muy bonita, nos recibió una señora -la mamá de Vane- nos presentamos y pasamos. Adentro había gente mayor, sus familiares -pensé- estaban tomando unos tragos en la terraza mientras armaban la parrilla, nos sentimos un poco extraños, al menos yo, que no conocía a nadie. Nos acomodamos cerca al “cooler” que estaba lleno de cervezas. Yo bajé la guardia, tranquilo y sin palabras mientras “Papalote” me contaba como conoció a su amiga… nos tomamos unas cervezas, luego se acercó la mamá y nos dijo -que Vane iba a demorar- si queríamos pasar a jugar con los video juegos ¿claro porque no? -dije-
La señora nos condujo por la sala hasta unas escaleras con rumbo al segundo piso y le preguntó a su hijo menor, que estaba sentado en un sofá, si podíamos subir a jugar pero el niño dijo, que ya había desconectado el nintendo ¡bueno en fin!
Y mientras Papalote le explicaba a la señora que no había problema, esperaríamos a “Vane” en la terraza. Pasee mi mirada por la sala, hasta que encontré fotos de la familia de la casa. Miré y examiné foto por foto y ahí estaba, la foto de una chica, que para ese entonces lo único que me llamó la atención fue el color del marco de su foto tipo “hippie”.
La reunión acabó y Vane nunca llegó. Ese día comimos como cerdos y nunca cruzamos una palabra con los tíos, terminamos jugando toda la tarde con los hermanos menores de Vane.
***

Pasó su Verano


Años atrás trabajaba en el área de Call Center, me dedicaba a llamar durante 7 horas diarias a los nuevos clientes del seguro clásico para afiliarlos al seguro Premium. De todas las personas que llamas, uno tiene que caer y el otro resbalar, decía el señor Villena, mi supervisor. Entre tantas personas que llamaba y tonos ocupados de los variados teléfonos, terminaba el día con nombres de personas dando vueltas en mi cabeza. En mis sueños también lo mismo -¡que simbólico!- los días pasaban de igual, mi única meta era aparte de jalar clientes para el servicio Premium, llegar al sábado para desconectarme de mis responsabilidades laborales y dedicarme a pasear a mi perro y fumarme un cigarro por el parque de la vuelta de mi casa.
Un lunes apareció en mi oficina una chica nueva pero era para otra área, compartíamos el mismo piso, solamente la saludaba cuando me la cruzaba o cuando convergíamos en alguna reunión. Un día en la oficina de mi supervisor, ella me vio imitando a un tipo de la televisión, lo cual le causo risa y cada vez que me la cruzaba me decía -imítalo pues- ¿cómo haces? yo me hacia el loco, le sonreía y punto.
A veces en las mañanas la veía desde la oficina en el cuarto piso llegar en su carro, desde arriba podía ver sus movimientos en el espacio, su caminar, la forma de cuadrar su carro, etc. fuimos en grupo a una cena y yo estaba sentado frente a ella y como ella era la que mas hablaba, le puse todos mis sentidos. Sus dedos de la mano eran larguísimos, no tenía anillos ni otra joya en sus dedos, pero su aspecto físico era algo descuidado -muy pálido- siempre tenía el cabello suelto y su delgadez fue lo que me motivo más a buscar ¿el por qué? -de tanto descuido-. Quizás eran cosas mías.
Ella era muchísimo mayor que yo, nunca estuvo casada, para esos días estaba sin compromiso y llevaba buen tiempo así, vivía sola en su departamento, tiene una hermana mayor que siempre de niña se llevaba los créditos. Toda su familia tenía que hacer con la hermana mayor. Durante años ella estaba a la sombra de su hermana mayor, la que mejores notas tenia, la que iba a mejores fiestas, la que tenia mejores enamorados, su hermana.
Llegó el día que su hermana se casó y se fue a vivir al extranjero y justo allí reaccionó y sintió como si se hubiera quedado sin chamba -¿ahora qué hago?-
Se dio cuenta que había pasado buena parte de su vida tratando de imitar a su hermana, para ser elogiada como ella. Sentía como si recién estuviese empezando la adolescencia. Allí recién salió a buscar al enamorado que le gustara a ella y no al que se parezca al de su hermana. Empezó a ser ella ser, pero el tiempo pasa y no regresa.
Como me dijo mi tío:
¿Cuántos años tiene la flaca?
Fácil, más de 35 -le dije-
Ya paso su verano -me dijo- jaja.
Ya nadie le para bola, llegaba sola y se regresa sola, el único que se ha fijado en ella soy yo, pero para este cuento.
***

Vómito Negro


Lorena comentó algo que yo venía magullando, quiero decir, siempre lo tengo presente en mi mente. Siempre me acuerdo de caras y de eventos los cuales están dentro de mi alcance o interés.
Era cumpleaños de un amigo, estaba con toda la mancha del cole y había un chica llamada Lorena que no era del cole, pero la he visto anteriormente en otras reuniones, fácil todos la conocen.
Lorena estaba en nuestro grupo y le preguntó a Pedro (un amigo)
-La última vez que nos vimos fue en barranco ¿te acuerdas?
-¡claro!- dijo Pedro
Entonces me tocó el turno y ella me preguntó si me acordaba de ella, a modo de ayuda me dio pistas, -el tono de Juanjo-. Dentro de mí -claro que me acordaba de esa noche- lo que pasa, es que siempre hay que mantener el misterio.
-Pucha, creo que sí, la verdad no me acuerdo, le dije con cara de pensativo.
Lorena dijo a voz en cuello:
-Eso siempre me pasa- yo me acuerdo de la gente pero ellos nunca se acuerdan de mí.
Figúrate -pensé-
Lo gracioso fue que cuando soltó ese aforismo, la gente no se percató, nadie la escuchó, todos seguían conversando.
Humildemente recogí su vomito negro y aquí lo plasmo.
Particularmente yo siempre me acuerdo de momentos frívolos, los cuales nadie le presta la atención debida, como este.
***

El Cubo


Soy publicista -le dije-
Estábamos sentados en un bar de Lima tomando unas cervezas ¿ella? no sé quién diablos era. Fácil un personaje de la noche, pero sólo por esa noche.
Conversando de profesiones, estilos de arte y vuelos directo a Lima, le pregunté sobre la música del local y sobre todo, si tenía novio a lo cual respondió:
Si, está muy buena la música
¿Y te gusta la música de los Doors? -le pregunté-
-Pues claro y ¿a ti?
-Muchísimo -le respondí-
-Entonces puedes ser mi novio -dijo sonriente-
El que tiene oídos que escuche, pensé. Seguimos tomando y conversando pero cambié de figura. Claro, es su última noche en este país, querrá una despedida de proporciones bíblicas.
¡Vamos a bailar! -ordené-
Fuimos a la pista de baile, pegados los unos a los otros, con agarrada de manito y hablándole al oído ¡qué bien! -pensé- le hubiese dado un par de vueltas pero lo que bailábamos no era salsa. Sentí algo de química, si se le puede llamar así, al encaje perfecto de cuerpos y personalidades. Hasta ahora me veo bailando con ella. Que siga la noche con amor o sin él.
De pronto empecé a perder altura, me desanimé.
¡No me digas que, ya no pasa nada! Efectivamente, me hallé como vagabundo, sin rumbo, bailando con ella desgraciadamente. Dejé de bailar, de hablarle, de mirarla, hasta que ella se sintió incómoda y dijo:
Vamos donde están los demás, ¡claro! y salimos de la pista de baile para juntarnos con los demás muchachos. Entonces todo esto cambió: dejamos de ser un conjunto con dos elementos para pasar a un conjunto de ocho elementos. Ya dentro del grupo, ella estaba a mi lado pero ni le hablaba, así que cada uno se disparó por su lado. La verdad quería largarme de ese lugar, simplemente desaparecer pero algo de prudencia me quedaba. Me quedé.
Luego un amigo me preguntó
¿Y no las vas a…?
No, nada, le dije y para que no me vuelva a preguntar me fui al baño.
Me pregunté ¿qué me pasa? ¿Qué fue?
Luego por circunstancias de la noche, estábamos de salida, subimos al mismo taxi, me senté adelante para evitar roces y ella atrás, después llegué a mis aposentos, antes de bajar del taxi me voltee, la miré y le dije:
-Adiós, le extendí la mano, ella hizo lo mismo y dijo: un gusto
¡Qué diplomática! -pensé-
Bajé del carro, cerré la puerta y cerré la noche.
Al día siguiente también me participaron para un evento símil, salir con unas flacas pero algo más tranquilo. Accedí por ser de justicia. Estábamos en un pub o algo por el estilo y opté por mi mejor papel, el silencio. Estaba más concentrado en lo sucedido la noche anterior, era como tener un cubo mágico en la cabeza. Trataba mentalmente de colocar los mismos colores en una sola cara -¡qué tal problema!- hasta que una de las chicas con las que estábamos me dijo
-¿tú no hablas?-
-la miré, le sonreí y volví al asunto del cubo.
***

Los Canevaro


Dos hermanos extraños, que deben tener un aproximado de 50 años, que llevan arrastrando la misma pinta varias décadas. Pelucones, flacos y barbones como si vivieran abandonados en una isla.
En este caso su isla era un Fiat deportivo color rojo del año de la pera, que se encuentra estacionado a un lado de la avenida como una bomba contra incendios, cuyo espacio todo el mundo tiene que respetar.
Los vecinos no dicen nada, mucho menos se acercan.
Duermen, comen, lavan y sabe Dios qué más harán.
Siempre en las mañanas, salen del carro con una botellita de plástico llena de un líquido medio amarillento, luego vierten el contenido de ésta en el desagüe que está en mitad de la pista. Me imagino que cuando están durmiendo y quieren ir al baño, solo buscan la botella y apuntan.
Mucha gente pasa al lado del carro, unos miran sorprendidos al verlos durmiendo adentro y su impresión les dura los segundos que miran el carro, otros pasan de largo, la mayoría no le presta atención.
A veces en las tardes sacan una frazada y empiezan a sacudirla en plena calle. En otras ocasiones sacan un maletín, lo ponen sobre el carro, empiezan a rebuscarlo y lo que no les sirve lo tiran a la pista. También se limpian la nariz y se peinan los bigotes mirándose en el espejo lateral del carro.
Hay días en que están metidos en el carro leyendo periódicos tras periódico, sacan de la maletera ropa y se la ponen, luego se van caminando con dirección desconocida. Al rato regresan con una bolsa, abren la puerta del carro y entran a su paraíso. Casi siempre los dos hermanos paran juntos.
Indagando sobre ellos, me contaron que fueron trompetistas de una orquesta setentera y que en sus buenos tiempos habían tocado con Celia Cruz. Pero cuando el humo se cruzo en sus vidas, empezaron a cargar su cruz.
Vivían con una hermana mayor en una quinta, luego ella los botó de la casa por obvias razones y se quedaron con el carro, estacionado afuera de la quinta.
Me pregunto -¿cómo llegaron a este nivel de anestesia?-
¿Cuál es la formula? ¿Consumir drogas hasta quemarte todas las neuronas?
¿Querer que pase la vida e ignorar el mundo?
No sienten mayor recelo ver a la gente que se va a trabajar, niños que van al colegio, familias que se mudan del barrio, inviernos y veranos. Todo activado menos ellos. Me impresiona la forma en la que han llegado a tal punto de abandono.
A quien no le hubiese gustado tener una vida sin responsabilidades, sin preocuparse de nada (trabajar, dinero, familia) solo vivir y nada más que eso.
Todo el año me levanto temprano para ir a trabajar y de allí empalmo a mis clases para luego llegar en la noche de frente a mi cama para al día siguiente hacer lo mismo multiplicado por el infinito.
Todas las mañanas llegando a mi oficina, lo primero que hago es correr la cortina, lo segundo es ver el carro estacionado en plena Avenida Canevaro con los dos hermanos durmiendo “el sueño de los justos”.

Para ver nomas



En abril del año pasado, habían operado de la vesícula al gordo Enrique, mi pataza. Él estaba internado en el hospital, y como dicen que los verdaderos amigos están en las buenas y en las malas, pues tuve que sacarle lustre a mi título de buen amigo.
El día que fui a visitar al gordo al hospital, había una pareja de cuarentones caminando delante de mí. Escuché que hablaban de una fiesta de bienvenida -¿para quién será?- por un momento pensé que eran familiares del gordo.
Segundos después, estos amigos se encontraron en la recepción del hospital con un par de señores que caminaban abrazados. Recuerdo que el señor tenía puestos unos lentes de sol a pesar de estar en pleno invierno. Miró a la pareja de cuarentones y les dijo “acaba de fallecer hace 30 minutos”. Se les cayó la cara. Se quedaron sin palabras. A mí también me salpicó agua helada de ese balde. Por un momento pensé que podrían estar hablando del gordo, pero gracias a Dios no fue así.
En ese entonces yo tenía menos de 25 años. Había ido para ver nomas a hospitales, velorios y entierros, pero nada más que eso… “para ver nomas”. Esa tarde me di cuenta, por primera vez en mi vida, de que la vida pende de un hilo todos los días -nadie sabe cuándo-.
Estos son los momentos más duros que todos vamos a pasar. Ahora les tocó a ellos, después me tocará a mí o al tipo que está cuadrando su carro afuera de mi casa, mientras yo estoy escribiendo esto. En la vida también hay sin sabores. Éste es uno de ellos.
Pero luego uno los asimila, se va acostumbrando.
Lo sobrellevas y empiezas de nuevo.

viernes, 8 de mayo de 2009

Chantilly


Fría imagen de verano, por donde las nubes van desapareciendo; no es su temporada, los días pasan largos y pesados pero más que todo, algo sucede, con seguridad, la ansiedad de la materia por salir, aunque ya esta cerca el día de su maduración. Si, lo veo tiene un puntito amarillo muy chiquito, casi imperceptible para una vista pueril, eso es lo bueno. Cada día va ganando terreno, más y más hasta llegar a gobernar toda la punta, lo miro y digo: ¡que feo grano! ¡Como lo saco ahora!
Muchos me dicen, no lo toques porque te dejara marca pero ¡carajo! no me pueden ver así, llevándolo de aquí para allá. ¿Pues que quieren que haga? es producto de tanta grasa que me empuje sin piedad alguna, que devoraba mientras las tías dejaban su chantilly como si fuera la cáscara de la torta. Yo pensaba -que cojudas, esto es la mejor parte-
Llegara el día que empiece a avizorar y erosionar…
Por lo pronto, espero tranquilo que crezca, se alimente de mí y del ambiente, la verdad no falta nada para que reviente. Dejaré de contar las semanas y los feriados, los días mientras menos los veas, pasan más rápido, es como cuando subes las escaleras saltando un escalón.
Ese día despertaré y miraré la hora, la misma de siempre -como la rutina- y sentiré como cuando vas a una despedida -no sabes que actitud tomar- me levantaré y caminaré frente a él o ellos depende la cantidad de grasa que haya comido, no les diré nada, será como un día común. Postergare el estallido para la tarde, después de las campanadas de las 6:00pm de la iglesia de un país donde más del 95% son ateos. Luego me esconderé en el baño y con mis dos dedos índice, aplastaré con tal fuerza que no solo chisgueteara la típica materia de color crema, sino también salpicará de mi organismo sangre insana sobre el espejo. Quedare desintoxicado y esperaré que cicatrice para empezar de nuevo desde cero, pero ya me veo como estaré. Por fin daré la cara para decir
-jamás vuelvo a comer chantilly-.

Los pantanos no se venden, se prenden...



Y aquí los Pantanos de Villa no sólo es criadero y paradero de aves migratorias que hacen escala antes de partir a California para escuchar a Steve Miller Band... Keep on rocking me Baby!!! sino también criadero de fumones y gente de mal vivir que la otra vez por prender al estilo primitivo una pava de ganjah, prendieron fuego a una sección de los pantanos y afectaron el Hub de las Américas versión aves y también el nuevo nidito de amor del Zorro peruano (C. Meier).
Y si de ranas hablamos no se olviden el reportaje de Alejandro Guerrero antes de ser socio de GDP cuando se cachueleaba haciendo documentales... llegó al Titicaca especialmente para ver las ranas gigantes !que tal ra...na!
Ya pues Carlos de Gales juégate un sencillo, porque ahora los bolivianos nos han cambiado la parte del lago.. ahora nos toca la parte de caca y titi para Bolivia. Al ver tal abandono por parte del estado a los patrimonios naturales en Lima, el loco Poggi lanzó su candidatura para alcalde de Chorrillos!! y ya sabes si quieres que Poggi sea alcalde de Chorrillos, marca el cinturón!! y todos esos fumones de los pantanos... no seran erradicados... seran ahorcados!!

jueves, 5 de marzo de 2009

Uno está que quiere salirse y el otro está que quiere entrar


Era el matrimonio de mi gran amigo Rafael y estaba muy comprometido a acudir, además fui yo el que organizó un evento que difícilmente llegará a olvidar como su despedida de soltero. Esa noche, tuvo un regalo por todos los años acumulados de ser el hermano que escogí en la calle.
El día de su boda estaba con sus padres en la iglesia, hasta que escuchamos la marcha nupcial que anunciaba la llegada de su futura esposa, en ese momento fui donde estaba toda la promo. Mientras hacía su aparición Amanda, caminando lentamente de la mano de su padre con dirección al altar, me acordé del mito urbano que siempre pasa por nuestros oídos como silbato para perro... el clásico -¿por qué me casé?-
A la primera persona que le escuché tal aforismo, fue al tío Juan Alvarado.
Era un viernes de quincena y nos fuimos a chupar saliendo del trabajo, él me contaba que su vecino iba a tirar la casa por la ventana al día siguiente; se casaba, y eso es algo que sólo se celebra una vez en la vida, y mientras pedía tres chelas bien heladas al mozo, me dijo:
-Uno está que quiere salirse y el otro quiere entrar ¡pobre huevón!-
-siempre dicen eso, tío-
El tío Alvarado tenía cerca de 30 años de servicio y una familia bien establecida, con dos hijos realizados y una esposa “buena gente” que cocinaba muy rico. Tendría sus motivos pero después, todos los casados que fuí conociendo apoyaban ese dogma. Supongo que sería, como cuando alguien quiere algo, lo consigues -¡y ya!- lo gozaste, lo viviste, lo gastaste y etc.
-¿no lo sé?-
Rafael aceptaba y colocaba el anillo a su flamante esposa hasta que la muerte los separe, el resto de la ceremonia es lo que todos conocemos. Ya en la recepción “el tono” fue tomando cuerpo.
Sentado con todos los amigos, acordándonos de nuestros días en clase y cotejándolo con lo que hacemos actualmente, empezamos a contabilizar quienes ya pasaron a la lista de señores o señoras y como siempre preguntando por gente que no vemos hace años, de pronto Patricia, una amiga que preguntó por Samanta, la que fue mi Samanta -¿que saben de ella?- pregunté.
Va demorar pero que de todas maneras venía -dijeron- destapé la botella de whisky y me serví un trago, luego llegaron los novios, brindamos con ellos y empezó la fiesta. Me puse a bailar con Verónica, la última soltera del grupo.
Las horas se gastaban en conversación, comida, tragos y bailes. Hasta que regresé del baño y mientras todos estaban bailando, había una chica que recién había llegado a la mesa -Samanta- sí, y estaba muy bonita y llevaba un vestido negro entallado que la hacía más atractiva, parecía que estaba buscando con la mirada a nuestros amigos.
Me acerqué a saludarla -¡hola!- le dije, nos pusimos a conversar desde el momento en que nos vimos por última vez -el último ciclo de la universidad- a la par de nuestra conversación, se me vino a la mente el aforismo del tío Juan Alvarado, derrumbando toda mi atención. Como datos claves, ella me contó que se había comprado su depa y estaba a punto de cambiarse a una nueva chamba. Luego aterrizaron todos mis amigos a la mesa -rompiendo la conexión- todos nos juntamos y me perdí entre bailes y copas. Horas después nuestra mesa fue perdiendo integrantes, al punto de quedar dos parejas, mas Samanta y yo.
Yo había venido sin carro y me regresaba con Tito y su flaca, luego Tito miró a su flaca y le dijo -nos vamos ya- a lo que la flaca solo asintió su cabeza, la otra pareja leyó el movimiento y también empezaron a despedirse.
Tito se me acercó y me dijo -habla-
Vámonos -le dije-
Yo pensaba que Samanta diría vamos pero nada, todos nos alistamos y le dijimos
-vamos- y ella dijo -yo me quedo- en esos segundos pensé -¡también me quedo!-
mientras miraba a todo el grupo.
Dándole la vuelta al asunto, me quedé pensando -¿Por qué Samanta quería quedarse?-
-Era tarde, además sería la única en la mesa, y el resto de gente no la conocía.
Nos despedimos de ella y empezamos a salir del salón, a lo lejos voltee a verla y la vi sentada mirando el salón, como buscando algo o alguien.