martes, 26 de mayo de 2009

El Cubo


Soy publicista -le dije-
Estábamos sentados en un bar de Lima tomando unas cervezas ¿ella? no sé quién diablos era. Fácil un personaje de la noche, pero sólo por esa noche.
Conversando de profesiones, estilos de arte y vuelos directo a Lima, le pregunté sobre la música del local y sobre todo, si tenía novio a lo cual respondió:
Si, está muy buena la música
¿Y te gusta la música de los Doors? -le pregunté-
-Pues claro y ¿a ti?
-Muchísimo -le respondí-
-Entonces puedes ser mi novio -dijo sonriente-
El que tiene oídos que escuche, pensé. Seguimos tomando y conversando pero cambié de figura. Claro, es su última noche en este país, querrá una despedida de proporciones bíblicas.
¡Vamos a bailar! -ordené-
Fuimos a la pista de baile, pegados los unos a los otros, con agarrada de manito y hablándole al oído ¡qué bien! -pensé- le hubiese dado un par de vueltas pero lo que bailábamos no era salsa. Sentí algo de química, si se le puede llamar así, al encaje perfecto de cuerpos y personalidades. Hasta ahora me veo bailando con ella. Que siga la noche con amor o sin él.
De pronto empecé a perder altura, me desanimé.
¡No me digas que, ya no pasa nada! Efectivamente, me hallé como vagabundo, sin rumbo, bailando con ella desgraciadamente. Dejé de bailar, de hablarle, de mirarla, hasta que ella se sintió incómoda y dijo:
Vamos donde están los demás, ¡claro! y salimos de la pista de baile para juntarnos con los demás muchachos. Entonces todo esto cambió: dejamos de ser un conjunto con dos elementos para pasar a un conjunto de ocho elementos. Ya dentro del grupo, ella estaba a mi lado pero ni le hablaba, así que cada uno se disparó por su lado. La verdad quería largarme de ese lugar, simplemente desaparecer pero algo de prudencia me quedaba. Me quedé.
Luego un amigo me preguntó
¿Y no las vas a…?
No, nada, le dije y para que no me vuelva a preguntar me fui al baño.
Me pregunté ¿qué me pasa? ¿Qué fue?
Luego por circunstancias de la noche, estábamos de salida, subimos al mismo taxi, me senté adelante para evitar roces y ella atrás, después llegué a mis aposentos, antes de bajar del taxi me voltee, la miré y le dije:
-Adiós, le extendí la mano, ella hizo lo mismo y dijo: un gusto
¡Qué diplomática! -pensé-
Bajé del carro, cerré la puerta y cerré la noche.
Al día siguiente también me participaron para un evento símil, salir con unas flacas pero algo más tranquilo. Accedí por ser de justicia. Estábamos en un pub o algo por el estilo y opté por mi mejor papel, el silencio. Estaba más concentrado en lo sucedido la noche anterior, era como tener un cubo mágico en la cabeza. Trataba mentalmente de colocar los mismos colores en una sola cara -¡qué tal problema!- hasta que una de las chicas con las que estábamos me dijo
-¿tú no hablas?-
-la miré, le sonreí y volví al asunto del cubo.
***

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