jueves, 11 de junio de 2009

FICHADO



Un sábado golpe de 6:00pm salía de una hecatombe con mi dentista. Subí a una combi para ir a casa y descansar. Encontré un asiento algo apretado -los asientos en las combis son “clase súper económica”- en plena travesía me concentré en la calle para no prestarle atención a mi mandíbula inferior que segundo tras segundo perdía el efecto de la anestesia. De pronto sube un tipo algo raro, es decir, me quitó mi estado vegetativo por el hecho de que se cambiaba de asientos a cada rato. Parecía que estaba probando uno a la medida de su cuerpo.
El tipo era alto y delgado, más o menos de mi talla, de parietales y occipitales amplios -calvo-.
Algo no me cuadraba. No siempre sube un tipo y empieza a probar o cambiar de asientos. Concentré mis energías en el tipo, que ni bien se sentaba miraba a otro lado para ver qué asiento estaba libre y corría a sentarse. Pasó como 20 minutos y al tipo solo le faltaba sentarse en el asiento del chofer y manejar hasta el paradero final. El cobrador pasó a cobrar los pasajes y cuando llega al tipo en cuestión, le dice
-su pasaje señor-
-ya pagué- responde y muestra un boleto
El cobrador le dice -ese no es el boleto señor, ¡pague su pasaje!-
El tipo miró al cobrador y le dijo que no tenía plata y volteó a mirar a la ventana ignorando al cobrador, éste le vuelve a pedir su pasaje, le toca el hombro y le repite
-¡paga tu pasaje!-
El tipo se paró y le dijo -¡no tengo plata, me bajo!- el cobrador le cerró el paso y guardó en su bolsillo los boletos y monedas que tenía en la mano, y puso una cara de ¡pendejo te crees!
Estuvieron unos 5 segundos en intercambio de palabras, hasta que el cobrador se fue a la puerta, la abrió y le dijo -¡ya baja pe!-
El tipo caminó hasta la puerta, metió sus manos dentro de los bolsillos de su casaca y bajó. Mientras el tipo en cuestión tenía el famoso pie derecho pisando la vereda, el cobrador sacó una escobita de mano -típica de combi- y le golpeó en la cabeza. Ya cuando reaccionó el tipo, era demasiado tarde.
El cobrador cerró la puerta, tiró debajo de un asiento la escobita y continuó cobrando mientras le decía al chofer, que ese era el tipo que siempre sube en la Av. Cuba y nunca paga.
Ya lo fiché -dijo el cobrador-

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