Te
propongo sembrar un árbol con nuestras raíces. Ser la semilla de futuros frutos
que jamás conoceremos, sellar nuestros apellidos más allá de la fría barrera de
la tumba. Te
propongo detener el sunset, justo ahí, para escuchar a las olas aplaudir nuestra
hazaña de amor eterno. También te propongo marea alta y baja, ahogarme en las
lágrimas de tu ausencia durante la noche, buscarnos bajo las coordenadas de la
casualidad para prenderle velas al azar. Volver a cruzar miradas como la primera
vez, identificar los fósiles de lo nuestro en tus retinas y llamarte por mi
nombre para proponerte algo más simple: pasar el resto de nuestras vidas
despiojándonos con total soltura, como los monos en cautiverio, mientras los
otros envidian nuestra hazaña de amor eterno.
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