martes, 27 de abril de 2010

MAYDAY

¿Dónde empieza un mal día?, con un dolor de brazo que interrumpe durante la madrugada mi sagrado sueño o una utópica pesadilla. En la mañana voy de rumbo, subo a una combi, me recibe un asiento reservado con sorpresa; bendecido por un vómito de algún niño majadero que no quiso tomarse la leche, su madre terca se la embutió por las narices porque la leche esta cara, ¡para colmo!, la leche materna es para el primer año de vida. Luego siento una corazonada del órgano que con el paso del tiempo, me doy cuenta que manda más en alma que en cuerpo, de allí salen las órdenes para todo el personal que termina encofrando mi vida. Pienso que tendría que morir primero para sentir el olor del cítrico capaz de subyugar al pedo más sazonado de un aula de varones. Cada vez que entro al prostíbulo me doy cuenta que para el Opus, este lugar es lo más símil a un cementerio, la diferencia es que aquí, los muertos tienen otro volumen y hay una manera más sencilla y rápida de
enterrarlos, -envueltos dentro de un látex- luego los tiramos muy civilizadamente al tacho de materia inorgánica.
Por primera vez, siento placer al matar.

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