martes, 27 de abril de 2010

NILO

Esperaba en plena hora punta una combi casi vacía -que exquisito-, pero terminé subiéndome a la misma lata de sardinas de siempre. Después de que yo abordara, subió un tipo que llevaba un short azul, un polo del mismo color, un walkman de esos antiguos con casetera y se sentó frente a mí. Cuando el cobrador se le acercó por el pasaje, el tipo este le dio unas cuantas monedas. -Sólo voy hasta 28, nada más.
De allí todo fue en trepidante picada camino a la locura: El tipo empezó a hablar solo. ¡Me voy a chupar, carajo! decía mientras intentaba arduamente colocar un cassette en su aparato. ¡Estaba borrachazo!
Mientras, a mí se me cruzó la idea de que, de repente, el borracho se rayaba y nos empezaba a joder a todos los pasajeros, o, peor aun, terminaba buitreando en plena combi… y recuerden quién se sentaba frente a él.
Felizmente, mi paradero se iba acercando. Al rato, caminé hacia la puerta y el tipo justo se para detrás de mí (¡qué suerte la mía!). En esos segundos me imaginé lo peor: mi espalda bautizada por su vómito y todo chorreándose camino abajo con la forma del delta del río Nilo. Al final pude bajarme con la popa inmaculada, pero con aquel tipo tras de mí, con su aliento fermentado peinándome la nuca.
El borracho se perdió entre la gente que esperaba en el paradero. Yo seguí mi camino a mis clases. Un par de cuadras más abajo, me crucé con la prostituta de la calle. Ella era una tipa gorda embutida en una minifalda color mostaza y con el cabello pintado de un color… digamos que amarillo. Estaba sentada sobre la baranda de una casa, balanceando sus formas mientras hablaba con uno de los serenos de la zona.
-¡Quiero hacerla hoy día! ¡¿No entiendes?!- decía mientras se cogía los pelos y la cabeza con una mano.
-Está bien, pero instálate más por allá.
Seguí mi caminó y dejé atrás la discusión de esos dos. No pude evitar pensar en la pobre vida de esa mujer, que comparé con su penoso estado físico. Debe tener todas las enfermedades contraídas y por contraer. ¿Quién podría pagar para meterse con ella? Sería como pagar para morir ¿feliz?
Seguramente en algún momento de su vida laboral le habría ido de mil maravillas. Todo resuelto, incluso algo le habría llevado a pensar que había nacido para eso. Lástima que, como todo en la vida, no le duró por mucho.

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