martes, 27 de abril de 2010

NIÑOS

Alguien contestó al otro lado de la línea telefónica. Ella pidió fríamente que le comunicaran con sus hijos. A ellos -como manda el complejo de Edipo- los saludó con un tierno: ¡hola mi amor!, ¿cómo estás? Les preguntaba sobre el colegio y las tareas. Según ella, a pesar de no estar físicamente con ellos, sabía lo que cada uno de ellos estaba haciendo en ese momento. No dejaba de decirles cuánto los quería y repetirle a cada uno palabritas de amor. Después volvió hablar con la persona que contestó la llamada -su marido- a quien paseó sin mayor obstáculo como un carro que cruza sobre una giba. La frialdad de ella en el trato me abrió el apetito. Colgó el teléfono, miré su cuerpo desnudo enredado con el mío en algún hostal de Lima.

No hay comentarios:

Publicar un comentario