martes, 27 de abril de 2010

SUCESOS QUE SE SUCEDIERON SUCESIVAMENTE EN LA SUCESIÓN DE LOS TIEMPOS

A Concho la conocí en la puerta de un edificio, al cual ella pretendía entrar para evitar dar la vuelta entera al malecón. Le dije que viniera conmigo para hacerla pasar. Entramos por la puerta principal, saludamos al conserje como cualquier residente y caminamos con dirección a la cochera para encontrar la salida hacia el otro lado del malecón. Ella llevaba un vestido floreado de verano. Durante la incursión me perdía en las flores de su vestido. Finalmente, encontramos la salida al malecón, donde me despedí de ella. Luego de eso bajé a la playa donde había un tipo paseando por la orilla con un detector de metales. Me acerqué y le dije que dentro del mar podría encontrar objetos de mucho más valor. Éste, sin preocuparse de nada más que de conseguir metales preciosos, se sumergió dentro del mar con detector y todo. ¡Qué desesperado!. Al rato, salió todo empapado del mar, pero sin novedades. No le pregunté nada. Seguí caminando por el malecón y llegué a un desfiladero, donde unos señores pescaban sueños, una especie muy rara de pez con gran cabeza y sin espinazo. Mientras conversaba con uno de ellos, apareció un niño -su hijo-, que le gritaba a su padre: ¡pesqué mi primer sueño! El padre orgulloso desenredó el sueño del anzuelo y lo colocó sobre una piedra. Lo examinó como estampita y procedió a felicitar a su hijo. Seguí caminando de largo hasta llegar a un edificio, al que entré. Subí por el ascensor hasta el 5to piso. Allí caminé por pasadizos donde la gente, abrigada con frazadas, dormía junto a las puertas de los departamentos (nadie podía entrar). Me encontré con Primus (un viejo amigo) que me hizo entrar a un departamento que no era el suyo. Una señora nos recibió calurosamente y nos invitó a pasar, mientras me sentaba en un mueble de espera. Primus me dijo "ya vuelvo" y lo vi perderse por los adornos. Al fondo, escuchaba susurros de mujeres. Luego apareció con una bolsa en la mano, me la dio y se despidió de mí. Me quedé pensando... ¿por qué éste no era su depa?, pero recordé que al estrecharle la mano a la hora de despedirnos, vi un anillo dorado incrustado en su dedo; se había casado.

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