domingo, 16 de mayo de 2010

Carlo Rossi

El día de mi matrimonio gasté algo de dinero. Me di el lujo de bailar delante de todos mis invitados una canción tan patética como lo era la misma idea de casarse con alguien. Bailé a medias con una perfecta extraña -que ya no lo era para esa ocasión-, convertida en mi nueva hoja en blanco en donde podía anotar todas mis incoherencias -a las que, si les das una vuelta, puede que algún sentido tengan-. Llegar aquí no fue tan difícil. Es más... no sé cómo llegué. Cada día que vivo avanzo más y también voy borrando los días lejanos (no recuerdo cómo la conocí) ni siquiera sé por qué ésta es nuestra canción. Es raro, pero me muevo a ritmo de bolero gringo, tan malo como sus vinos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario