domingo, 16 de mayo de 2010

I 75

Ayer, cuadras antes de llegar a mi trabajo, me encontré con Dios. Se me acercó de manera tímida a preguntarme por la dirección Larco Herrera 1550. Le dije que no conocía y le pregunté, más bien, si le habían dado una referencia. El respondió: ¡no… qué tonto! Me di cuenta de que era él por la manera súbita que apareció en mi camino como lo hizo la primera vez, (un gringo rasta totalmente descuidado) estaba tirando dedo y lo recogí en la I 75 -rumbo a Tampa-. Le pregunté qué hacia por la vida. Me respondió que simplemente vivía dando la vuelta -una de las tantas maneras de vivir-. Su presencia me transmitió una paz y seguridad parecida a esa luz que te envuelve cuando mueres.
Le conté que me dedicaba a despachar puertas a domicilio, que a diferencia de él a mí me vivían y que nunca se me había cruzado la idea de vivir de esa manera, cortó mi lamento con una parábola:
No sé si te has dado cuenta de que la vida es como un tren que va de frente y que nunca va a parar; es decir, si va a parar, pero mientras estás en el viaje no lo sabes.
Durante el viaje miras cómo el paisaje pasa rápidamente. Ahí es el único momento que tenemos para bajarnos y cambiar nuestro clásico destino. La pregunta es ¿quién se tira?
Lo dejé cerca al estadio Raymond. Antes de bajarse me agradeció. Arranqué y manejé pensando si realmente tenía peso lo que decía. Segundos -solo segundos- después regresé al punto dónde lo dejé y ya no estaba. Allí me di cuenta que él, era Dios.

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