domingo, 16 de mayo de 2010

TOUR

Esa noche me di cuenta de que todas las mujeres (sean chinas, negras, rubias, morochas y demás colores que solo encuentras en la paleta de Vencedor) son las mismas. Me refiero, claro, a la estructura mental. Ej. Si no la llamas: ¿por qué no me llamas?
Salí con una digna representante de este agraciado género, conversamos de todo lo vivido (independientemente). Luego abordamos el tema de la música, teníamos preferencia por la misma banda. Pero más me sorprendió cuando dijo que tenía el don que yo nunca quise tener: tocar piano. Después de eso, sus palabras disfrazadas de notas musicales fueron bombardeando mis oídos. Le conté que a mí me habría gustado aprender a tocar piano, pero preferí leer y escribir -recuperé altura-. Me preguntó si podía escribir algo sobre ella, le respondí que no podía escribir de alguien a quien no conozco, se quedó callada, sus ojos me apuntaban pero en realidad, puede darme cuenta que estaba mirando a sus adentros (a esa fábrica interna de hormonas que todas tienen).
Me gustaba su imperfección, esos pequeños granitos en la cara la hacían más mortal que yo. También me gustaba su aroma de turista (categoría: mochileros). De habérmela llevado a la cama, previamente me habría encargado de darle un buen baño. La noche siguió pasando como el agua de un río, terminamos hablando de culturas sobre todo de estadías en otros países.
Estuve ahorrando durante dos años para llegar aquí -me dijo-
Hoy estas aquí y mañana te vas, le dije.

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